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¿El vaso medio lleno o medio vacío?
Reflexiones sobre la prórroga de los aranceles.
DAVID VALLEJO
CÓDIGOS DEL PODER

31 Jul 2025

En tiempos de diplomacia tensa y tuits que anticipan amenazas arancelarias, la relación entre México y Estados Unidos sigue siendo, como siempre, profundamente asimétrica, pero también inevitablemente interdependiente. La reciente llamada entre la presidenta Claudia Sheinbaum y el presidente Donald Trump, que derivó en una prórroga de 90 días antes de imponer nuevos aranceles a productos mexicanos, podría leerse como una victoria táctica que evita un golpe inmediato a las exportaciones. Pero la pregunta que realmente importa no es si ganamos tiempo, sino qué hacemos con ese tiempo y cuáles son las implicaciones de fondo.


Desde hace años, Trump ha construido su narrativa comercial en torno a la presión unilateral. La amenaza arancelaria, frecuente, repentina y cargada de tintes nacionalistas, ha generado, sin duda, un clima de incertidumbre para las decisiones de inversión. La lógica es perversa: si cada cierto tiempo el presidente de Estados Unidos puede imponer o levantar barreras sin necesidad de consultar al Congreso, ¿cómo pueden las empresas planear a cinco, diez o quince años? Y, sin embargo, incluso dentro de esa incertidumbre, hay algo que está cambiando del lado mexicano y que merece una mirada más profunda: estamos aprendiendo a resistir con diplomacia activa y la generación de alianzas estratégicas.


La labor del secretario de Economía, Marcelo Ebrard, ha sido clave en esta evolución. Ante cada nueva amenaza, México ha respondido con argumentos, cifras, mapas de valor y, sobre todo, con una capacidad cada vez más ágil de cabildeo binacional. Los encuentros con congresistas, gobernadores fronterizos, industriales estadounidenses y cámaras de comercio no son improvisados. Son parte de una estrategia de defensa estructural de nuestra posición dentro de Norteamérica. México ya no llega a Washington resignado a recibir instrucciones; llega a demostrar por qué su presencia es indispensable en la competitividad regional y esto es fundamental en el contexto de la renegociación del T-MEC.


Pero hay otra reflexión que urge hacer: ¿por qué seguimos viendo este tipo de anuncios como si determinaran el destino completo de nuestras exportaciones? ¿Acaso no estamos, en muchos sentidos, mejor posicionados que otros países?


La realidad jurídica es clara: la gran mayoría de los productos que México exporta e importa de Estados Unidos están protegidos bajo el T-MEC. Este acuerdo, firmado por ambos países y Canadá, sigue siendo el paraguas legal más importante en la relación económica trilateral. Las amenazas recientes de Trump no impactan la columna vertebral del comercio bilateral, sino a un conjunto reducido de sectores específicos: acero, aluminio, cobre, fentanilo y ciertos vehículos. Y si bien estos sectores son sensibles, es fundamental entender que los aranceles del 25 % no se aplican de forma generalizada, sino selectiva. Es importante tener presente que México tiene alrededor de 14 tratados comerciales con 50 países y que entre el 85 % y el 90 % de las exportaciones mexicanas a EE. UU. cumplen con los criterios del T‑MEC y están exentas de aranceles.


Ese dato, que a veces se diluye en la cobertura mediática, encierra una oportunidad gigantesca para México: los países que hoy enfrentan aranceles similares o mayores para exportar a Estados Unidos carecen de un tratado de libre comercio. Estamos hablando de manufacturas chinas, insumos coreanos, autos alemanes, bienes intermedios provenientes del sudeste asiático. En un mundo que se reorganiza geopolíticamente bajo nuevas reglas industriales, México tiene lo que muchos desean: acceso preferencial al mercado más grande del planeta.


Este es el punto más importante: lo que hoy aparece como una amenaza puede ser, una ventaja estratégica de mediano y largo plazo. La presión arancelaria sobre terceros países ha generado una reconfiguración acelerada de cadenas de suministro. Estados Unidos busca desesperadamente acortar rutas logísticas, reducir su dependencia de Asia y garantizar la seguridad de insumos críticos.


México tiene hoy la posibilidad real de convertirse en el centro de sustitución de importaciones más relevante del hemisferio occidental. Cada nuevo arancel que Estados Unidos impone a productos provenientes de países sin TLC puede, si actuamos con rapidez, ser una oportunidad para que esas cadenas se trasladen aquí. México es uno de los países más abiertos del mundo en términos comerciales, con acceso preferencial a más de 1,200 millones de consumidores en los cinco continentes.


En este sentido, el Plan México y los polos de desarrollo avanzan por la dirección correcta. La combinación de incentivos estratégicos, esquemas de atención ágil mediante una ventanilla única y ventajas logísticas clave sientan las bases para detonar proyectos de alto impacto económico. Un ejemplo claro es Altamira, Tamaulipas, donde se proyecta un polo industrial de mil seiscientas hectáreas con incentivos atractivos, facilitadores, acceso directo a puerto, red ferroviaria y carretera. Este enclave tiene el potencial de convertirse en un nodo logístico fundamental para la relocalización de cadenas globales y el crecimiento acelerado del noreste del país.


La clave está en aprovechar nuestras fortalezas y acelerar el desarrollo de infraestructura logística; asegurar certidumbre normativa, sobre todo en sectores clave como la energía, la propiedad industrial y la conectividad digital; seguir redoblando el cabildeo en Estados Unidos, no solo ante la Casa Blanca, sino ante congresistas, think tanks y organismos empresariales que ven en México un socio estratégico, no un adversario, como lo está haciendo la Secretaría de Economía; y apostar por la integración profunda, en lugar del repliegue nacionalista. El futuro no está en cerrarnos, sino en liderar dentro del marco del T-MEC.


Volvamos entonces a la pregunta inicial: ¿el vaso está medio lleno o medio vacío?


Depende de dónde miremos. Si lo vemos desde la óptica del inmediatismo mediático, parece medio vacío: otro tuit amenazante, otro episodio de incertidumbre, otra señal de vulnerabilidad. Pero si lo analizamos con visión estructural, con lectura de contexto y entendimiento geopolítico, el vaso está medio lleno, en condiciones de llenarse con inversión y reconfiguración industrial.


Lo que México necesita ahora es aprovecharlo al máximo. Porque cuando uno tiene sed de futuro, hasta las gotas cuentan.


¿Voy bien o me regreso? Nos leemos pronto si la IA lo permite.


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Esta es opinión personal del columnista